lunes, 4 de abril de 2011




Día mundial del…¡Agua va…!


Un proverbio chino nos alienta hacia el recuerdo responsable del agua indicando: “Cuando bebas agua acuérdate de la fuente”. Sabias palabras para las aguas-tiempos que corren. Por qué hay evidencias de que ya no basta con cerrar el grifo. El volumen de nuestro líquido elemento que atraviesa nuestras gargantas para convertirse en un nutriente básico de nuestros cuerpos o el que se va por el desagüe cuando lavamos esos mismos cuerpos es mínimo en comparación con el contingente de este vital fluido que es utilizado para producir bienes o servicios. Por todo ello, tanto los responsables medioambientales, los productores de esos bienes y servicios así como los consumidores debemos tener en cuenta nuestra “Huella de Agua”. Curioso término no exento de un cierto halo de histrionismo ecologista. Una metáfora que nos puede servir para evitar los problemas que puede ocasionar su ausencia o su deficiencia. Problemas que como no podía ser de otra manera se relacionan con el consumo insostenible y la mala gestión de este preciado recurso.

La huella de agua destaca en última instancia la ausencia generalizada de un crecimiento económico adecuadamente sostenible, a pesar de las numerosas verbalizaciones en sentido contrario. Un desarrollo que supone que los diferentes países de nuestro entorno y por que no…también del infinito y más allá; así como, por supuesto, todos sus correspondientes habitantes consuman más agua de la que realmente se les asignaría por su disponibilidad real. Desde otra perspectiva la huella de agua está estrechamente ligada al concepto de “agua virtual”, término ecléctico donde los haya, que consiste en cuantificar la cantidad de “agüita” empleada en elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo. El agua virtual nos debe acercar al conocimiento de que los consumidores no sólo utilizan este líquido cuando beben, se duchan o riegan las plantas de su jardín, sino también cuando comen o se visten. Asimismo, esta húmeda huella tiene en cuenta el uso que se da de este líquido (…y ya se sabe, para gustos los colores): El “agua azul” es la destinada a producir bienes y servicios; el “agua gris” es la que acaba contaminada en la producción de dichos bienes; y el “agua verde” la que se encuentra en el suelo, procedente de la lluvia.

En el caso de nuestra nunca bien entendida España, su huella hidrológica hace referencia al agua, tanto la que nos abastece y procede de nuestras propias fuentes, llamémosle el agua española, como aquellas otras prestadas por la ingeniería de los trasvases o por la generosidad de las cuencas compartidas con otros países, llamémosle el agua importada; usadas ambas, eso si, para producir los bienes y servicios consumidos por todos nosotros.

El agua para beber -entre 2 y 5 litros diarios- y la que hacemos discurrir para nuestra higiene y para las obligaciones domésticas (entre 50 y 200 litros) son una parte pequeña comparada con los 2.740 litros de agua virtual consumidos diariamente. La explicación de esta enorme huella hídrica se debe al balance neto negativo entre el agua que se “exporta” y se “importa”: con un total de un millón de litros consumidos por habitante al año, además requerimos del exterior unos 350.000 litros por persona. Así pues, es importante saber qué cantidad de agua se destina a sectores intensivos en el uso del agua, como la agricultura o la ganadería, y en qué medida se importa o se exporta a la hora de saber la huella de agua en un país.

Descendiendo ya al terreno de los bienes y servicios conviene señalar que España importa muchísima más agua en forma de cereales y piensos, fundamentalmente para alimentar al ganado, que la que exporta en forma de frutas y hortalizas. Por ello, si no se diese este “comercio de agua virtual”, los españoles sólo podrían comer como máximo la mitad de carne que consumen actualmente. Por lo tanto cabe colegir que los consumidores son parte importante de este proceso, puesto que pueden priorizar los productos con menos agua virtual, reducir el consumo de los que tengan más o exigir la implantación de sistemas más eficientes de gestión del agua. Para ayudar a este objetivo, se sugieren programas específicos de concienciación y hasta la implantación de un sistema de etiquetado de los productos con la cantidad de agua virtual empleada. El fin último, de estas propuestas –como no podía ser de otra forma- es celebrar los venideros días mundiales del agua con un mayor y más equitativo equilibrio. Con ese filantrópico deseo…¡Agua va…!




Carlos Norman Barea.
Profesor Asociado de Ecología Univ. Cádiz.