miércoles, 16 de mayo de 2007

Carta de Amor




Cañada del Olvido, 14 de Febrero de: ¡Dios sabe cuando!.

Hola:

¿Recuerdas cuando te conocí?. Tu ya tenías una edad y, en cambio, yo era tan joven. Sin embargo me acogiste sin ambigüedades. Como uno más de tus amores y como uno más de tus amantes.

No hace tanto tiempo. Quizás por eso, recuerdo con exactitud como tu piel estaba mucho menos agrietada. Era más tersa, más suave y tus cabellos se mecían como un extenso manto de hojas y agua, con mil y una tonalidades, todas diferentes y a la vez todas tan parecidas, de un verde azulado, de un azul ora verdinegro, ora verdiblanco, de un verde aguamarina o de un azul cuasi-celestial. Tu cabello, al fin, era como un caleidoscopio cambiando sus imágenes al ritmo moderato de la brisa. Hoy el cabello se te clarea; pero no te importe, sigues aún con una belleza sorprendente, de cánones indescifrables; una belleza, en ocasiones, impenetrable, ecléctica, vestigio de una herencia hipogea, recóndita e incalculable. Una beldad que siempre se ha intuido embargada por un halo de bondad para con tus vástagos, tus afines, tus delfines, siempre para con los tuyos.

Incluso con algunas décadas más en mi haber, aún añoro tu cálida piel. A día de hoy, la percibo más caliente y más húmeda, turbada por una espesa niebla de incertidumbre. A veces tengo la sensación de que habitas en unas intermitentes o interminables –no sabría bien decir- alhóndigas del tiempo, emplazadas en mitad de un sueño tropical, tal vez caribeño, quien sabe sí mediterráneo o polinesio, pero irremediablemente distante.

También siento como tu sangre se ha vuelto más espesa, plomiza y rémora. No fluye como antaño tenía costumbre. Y me preocupa por que tu corazón, vieja dama, puede sufrir el acúmulo de achaques; La sentencia del viejo Cronos que lastra nuestro viaje intergaláctico con peajes de decadencia.

¡Ay...!. ¿Qué haría yo sin tu corazón?. Ese corazón que reconozco sobrecargado de desengaños y desaires, de ofensas y alharacas. Un corazón, como tu piel, verde; porque guarda el tesoro de la esperanza y también como tu piel, una vez más, azul; Una cianosis que hace del color una queja lastimera, un amago de amargura.

Decía que el líquido que corre por tus venas se ha vuelto opaco, más turbio, cargado de desidia, de desazón y de desconcierto, no obstante quiero albergar el anhelo de que todo esto sea un evento efímero, pasajero; una anécdota en nuestra genealogía.

Tus lágrimas están sucias. Pero, como tu y yo sabemos, esa suciedad es fruto de una dejadez ajena. Sólo por eso, quiero añadirle mis lágrimas, para aportarte claridad, transparencia y renovados denuedos. Indicios de que una vida mejor es posible para los dos; Un agua más, como bálsamo frente a la indiferencia.

Finalmente por todo lo que sufres, por todo lo que callas, por lo que suspiras y por todo lo que nos amas. Tengo que reconocer que te quiero más que a mí mismo. ¡Si..., como no podía ser de otra manera, te amo, Tierra mía!.


Nevermore.